10/08/2015 “Economía con impacto: jóvenes con capacidad de liderazgo que crean empresas para provocar un cambio social”

10 agosto 2015

La Nación. Entrevista a Marcos Heyd, Licenciado en Comunicación Institucional por la Universidad Blas Pascal.

 

Link: Economía con impacto: jóvenes con capacidad de liderazgo que crean empresas para provocar un cambio social

 

Entre los millennials, muchos consideran que su actividad laboral debe ir de la mano de la inquietud por mejorar el entorno; seis casos.

 

Mucho se escribió y se habló sobre ellos. Se los etiquetó de “narcisistas”, “cómodos” y “adictos a la tecnología”. Otras veces se los proclamó “expresivos”, “creativos” y “abiertos al cambio”. Los jóvenes de la generación Y, los millennials, recibieron considerable atención pero los rótulos que llevaron a que se hable de una “generación del yo-yo” no parecen encajar con el perfil de los líderes jóvenes en emprendimientos sociales. En 2014, un estudio de Brookings Institution, una organización estadounidense sin fines de lucro dedicada a la investigación, indagó en los hábitos de consumo de los millennials y descubrió que la mayoría de ellos considera como factor crucial, para decidir dónde comprar, el involucramiento de las marcas en causas sociales. El estudió indicó que gran parte de la generación Y es más leal a las compañías que buscan solucionar problemas específicos. ¿Simple idealismo joven o una convergencia de factores generacionales y de contexto?

 

“A las nuevas generaciones les cuesta más pensar su carrera de manera independiente de la realidad en la que viven-explica María Mérola, coordinadora del programa para jóvenes de la ONG Ashoka, que promueve el emprendedorismo social-. Al mismo tiempo, hay en los millennials una tendencia cada vez mayor a diseñar los lugares donde quieren trabajar y a crearse a sí mismos”.

 

¿En qué momento se combinaron la empatía y las ganas de liderar proyectos? Gabriel Berger, director del Centro de Innovación Social de la Universidad de San Andrés, marca tres puntos claves en la historia de la generación Y argentina. El primero, el surgimiento de varias ONG como Techo, lideradas por jóvenes que inspiran. El segundo, el crecimiento en la última década de los planes de voluntariado en las escuelas. Y el tercero, la creciente idea de emprendedorismo en la sociedad y la presencia cada vez mayor de organizaciones que promueven iniciativas sociales y ambientales, tales como la ONG Ashoka y las aceleradoras Socialab y Njambre.

 

¿Qué valor agrega un líder joven a un proyecto social? “El espíritu de riesgo y el pensar en soluciones que no son las obvias”, opina Paula Cardenau, cofundadora de Njambre. María Mérola agrega otro rasgo: “La capacidad de inspirar: hay un efecto contagio muy grande en la juventud”.

 

¿Y los desafíos? Más allá de los inconvenientes de los emprendedores sociales en general, como las dificultades para conseguir financiamiento, Berger destaca a la “impaciencia” de las nuevas generaciones como un arma de doble filo: si bien es valiosa para pasar a la acción, también “es bueno estudiar, organizarse, para recoger el aprendizaje de otros”.

 

SEIS PROYECTOS QUE INSPIRAN

 

LA NACION conversó con seis jóvenes nacidos entre 1980 y 1995 que buscan dejar su huella en el ecosistema de emprendimientos sociales.

 

María Celeste Medina tiene 26 años y comenzó a pensar Ada, su emprendimiento, a partir de una carencia en su ámbito laboral. La estudiante de Ingeniería en Sistemas de la Universidad Tecnológica Nacional observó una baja presencia femenina en la tecnología y, con Ezequiel González desarrolló, en 2014, una empresa de IT que emplea a mujeres y ofrece servicios de desarrollo y testing de software. “Creamos y probamos aplicaciones web y móviles para empresas y organizaciones, y hacemos software a medida”, detalla Medina.

 

Además de reducir la brecha de género en la tecnología, Ada IT -que para este año proyecta ingresos por $ 350.000- logra impacto social a través del trabajo en red con fundaciones para capacitar. “Generar oportunidades para otros es una sensación única por la que vale la pena trabajar -reflexiona la co-fundadora del proyecto, que obtuvo los primeros recursos del concurso “Desafiate” organizado por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires-. A su vez, el ecosistema de emprendimientos sociales está en sus estadios iniciales y es una oportunidad para convertirte en pionero en tu temática”.

 

Marcos Heyd es un emprendedor incansable que fracasó en tres proyectos antes de crear La Escombrera. Tras recibirse en la Universidad Blas Pascal de licenciado en Comunicación Institucional, comenzó su carrera en la ONG Surcos Argentinos, que promueve la instalación de huertas orgánicas en villas de emergencia de la ciudad de Córdoba. Fue entonces cuando hizo el “click sobre la realidad y el deber ser ciudadano”.

 

En su trabajo cerca de las villas, Heyd, de 28 años, descubrió que en la periferia de los barrios más humildes había pilas enormes de escombros. Convocó a amigos ingenieros para que lo ayudaran a investigar alternativas de reciclaje y a fines de 2013 nació La Escombrera, emprendimiento dedicado a triturar y clasificar residuos de construcción y demolición para crear un sustituto de la arena. El objetivo para este año es reducir 20.000 toneladas de desechos, y Heyd espera triplicar esa cifra en 2016. Además, quiere lograr una ley nacional de control de escombros y desea ser una inspiración para quienes persigan sus mismos objetivos: “La nueva economía del emprendedorismo social permite alentar a que crezcan los competidores, ya que todos buscamos impactar positivamente y el mercado todavía es muy amplio”.

 

Natalia Ca y Gabriel Marcolongo, de 31 y 32 años, se conocieron cuando eran adolescentes. Muchos años después, la inquietud por generar un cambio positivo en la sociedad y la nostalgia por los días de voluntariado en la secundaria los llevó a crear Incluyeme.com, un portal de empleo online para personas con discapacidad. “Ninguno quería seguir trabajando por un sueldo para alguien más que no generara un cambio positivo en el país o en el continente”, afirma Ca. “En América latina, el 80% de las personas con discapacidad están desempleadas, un índice diez veces mayor al de quienes no tienen discapacidad”, dice la licenciada en Relaciones Públicas.

 

Con su plan de expansión regional en mente, viajaron a Chile para participar de un concurso de la Corporación de Fomento de la Producción (Corfo), un organismo estatal encargado de impulsar la producción en el país. Fueron seleccionados y accedieron a US$ 40.000 para poder estar con su actividad también en el país vecino. Hoy, gracias a la ayuda de la aceleradora 500 Startups, desarrollan oficinas en México. Ya lograron emplear a más de 200 personas con discapacidad e involucraron a más de 50 empresas. Para este año proyectan ingresos por $ 500.000. La inversión inicial fue con dinero propio y del concurso ImpacTec del gobierno porteño y Socialab.

 

En 2013, Patricio Diedrichs y sus amigos Rodrigo Ramallo y Natán Deyheralde se juntaban en el garage de su casa a crear muebles con pallets que recolectaban de la calle. Lo que comenzó como un hobby rápidamente se profesionalizó gracias a una página en Facebook y al feedback de sus seguidores. “Con la plata que ingresaba compramos máquinas que nos permitieron trabajar a mayor velocidad, cuenta Diedrichs, de 26 años. A los tres meses nos mudamos a un taller en Garín, desde el que arreglamos con las empresas de la zona para que nos permitieran retirar los pallets que tienen como desechos”. Así nació la empresa Mühl.

 

Diedrichs, abogado graduado en la Universidad de Buenos Aires habla de una situación win-win para ambos actores: “Las fábricas ganan espacio en sus depósitos y evitan la quema de pallets; nosotros recibimos materia prima y reciclamos”. Mühl ya creó distintas unidades de negocios: además de la venta de muebles a particulares, se decoran espacios y se alquilan livings para eventos.

 

Hace poco más de dos años, Mariano Utin, que hoy tiene 35 y es licenciado en Administración de Empresas, decidió contribuir al “capitalismo consciente” que él cree posible. Convocó a María Laura Jasnis, diseñadora de experiencia de usuario, y Ariel Lipschutz, desarrollador de software, y juntos crearon AppRight, una plataforma mobile para la investigación de mercado que tiene como objetivo lograr donaciones a distintas ONG.

 

“Cualquier persona se descarga la aplicación, se toma unos minutos para contestar una encuesta y, al finalizar, aparece un monto de dinero que se puede donar a una ONG que se selecciona de una lista”, explica Utin. Esa plata no sale del bolsillo del que responde la encuesta, sino de la empresa que paga por el servicio de investigación de mercado: una parte va a donaciones y otra parte a una comisión para el emprendimiento.

 

Actualmente trabajan con 20 fundaciones y el objetivo es llegar a 50. La meta es crecer en América latina. Hace tres meses que la aplicación está disponible para teléfonos Android y ahora se desarrolla la versión para iOS, el sistema operativo de Apple.

 

La convergencia de la carrera de arquitecto de Gonzalo Bardach con su experiencia como voluntario de Techo, le dio la inspiración necesaria para sumergirse en el emprendedorismo social. La sensibilidad que le dejaron tanto el hecho de estar cerca de familias vulnerables y como el contacto diario con albañiles, carpinteros y plomeros en las obras, lo llevó a pensar una red social laboral que permitiera a las personas que realizan oficios acercarse fácilmente a los contratantes. Bardach, de 32 años, describe a su emprendimiento Comunidad Oficios como una “vidriera online para quienes tienen la necesidad de promocionarse y sólo consiguen trabajo por el boca en boca”. Hoy la plataforma está activa y se utiliza de forma gratuita. Con el tiempo, esperan comenzar a monetizar y encontrar inversiones.

 

“Es difícil encontrar fondos para proyectos sociales porque algunos consideran poner el dinero como una donación y no como una inversión con retorno”, comenta el arquitecto, que logró recursos para el inicio de la actividad tras participar de concursos de Socialab y de Buenos Aires Emprende. Sin embargo, no duda a la hora de explicar de dónde salen sus ganas de seguir: “Al pasar mucho tiempo con trabajadores de oficio, sé que tengo que hacer algo con respecto a sus problemas y creo que esa solución, mientras impacta en la vida de cientos de personas, también puede ser un gran negocio”.