29/10/2015 “Los patéticos juegos de los espías criollos”
La Voz del Interior. Artículo de Horacio French, docente de la materia Inteligencia y Criminalística de la Lic. en Gestión de la Seguridad de la Universidad Blas Pascal.
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El ahora famoso exagente Stiuso debe presentarse ante el organismo que lo requiere. Ni él ni nadie son dueños de los secretos de Estado a los que tuvo acceso por sus funciones, ni tampoco de la preparación profesional objetiva que el Estado le brindó.
No caben dudas de que la escandalosa disputa generada entre el Gobierno nacional y el exagente de Inteligencia “Jaime” Stiuso está superando a las mejores historias de ficción escritas por John Le Carré o Frederick Forsyth.
La trama de esta novela transcurre en un escenario inédito: un gobierno al que le quedan muy pocos días en el poder busca de forma incesante a uno de sus otrora favoritos agentes de inteligencia, que también ya dejó el poder y abandonó el país.
El desafío consiste en descubrir el porqué se lo busca, debido a que las razones invocadas públicamente por el Gobierno respecto de la participación del exagente en el fallido pacto con Irán no convencen a nadie.
Esta puja –que se inició con la aún no esclarecida muerte del fiscal federal Alberto Nisman– ha alcanzado ribetes insospechados y en poco tiempo dio por tierra con la existencia de la Secretaría de Inteligencia, para crear otra con funciones supuestamente distintas.
En ese tramo de la controversia, el costo profesional que sufrió ese organismo fue que quedaron expuestas las identidades de muchos agentes secretos, relevados sus más altos jefes y pasados a retiro cientos de agentes con amplia experiencia en el rubro. Y, como broche de oro, la presidenta de la Nación llevó este problema doméstico a las Naciones Unidas, acusando con tono épico a los Estados Unidos de no colaborar en la búsqueda del exagente, sobre quien pesa un pedido de ubicación de su paradero.
En otras palabras, no se trata de un tema judicial sino estrictamente administrativo y casero, que el Gobierno no alcanza a resolver.
La historia de traiciones entre los servicios secretos y sus espías es tan antigua como su propia existencia. Pero es así como debe desempeñarse el sistema, porque las funciones para las que fueron creados estos organismos estatales, por lo general, rozan la ilegalidad.
Raro es que un servicio de inteligencia no deba reinventarse de forma periódica, y más raro aún es que un espía termine bien su carrera, porque resulta imposible que el Estado pueda “proteger” el espinoso trabajo que realizan sus agentes, y cuando “las papas queman” es norma desconocerlos.
Para citar los casos más célebres, aparece en primer lugar la historia reciente del exagente norteamericano Edward Snowden, quien traicionó a su país revelando al mundo información ultrasecreta. O el de la bella agente encubierta de ese mismo país Valerie Plame Wilson, casada con un embajador de carrera, cuya indentidad fue revelada por un periodista del diario neoyorquino The New York Times , lo que la dejó expuesta peligrosamente en medio de una delicada misión que ella llevaba adelante en Nigeria. O los rusos en relación con el triple agente Alexander Litvidenko, envenenado con polonio y fallecido en un hospital londinense.
Durante la Guerra Fría, Estados Unidos y la Unión Soviética no pudieron proteger a las decenas de sus agentes, desconocidos y ejecutados cuando fueron identificados como tales por sus enemigos. Es una actitud que los servicios secretos deben mantener, si bien el precio resulta muy alto.
Pero no caben dudas de que el ahora famoso exagente Stiuso debe presentarse ante el organismo que lo requiere. Ni él ni nadie es dueño de los secretos de Estado a los que tuvo acceso por sus funciones, ni tampoco de la preparación profesional objetiva que el Estado le brindó.
La especial formación de los agentes de Inteligencia, como los de Seguridad y los de las Fuerzas Armadas, la otorga el Estado y es su facultad acceder a los funcionarios o distintos actores cuando lo considere necesario. Se trata de un tema de Estado relacionado con la seguridad nacional, alejado de los protagonismos personales.
*Doctor en Derecho, docente de la Universidad Blas Pascal.