20/03/2017 “Guarderías y salas maternales: revalorización de la Educación Ambiental”

20 marzo 2017

Infofueguina. Artículo de Darío Genovese, docente de la Universidad Blas Pascal.
 
Link: Guarderías y salas maternales: revalorización de la Educación Ambiental.
 
El 14 de febrero la Cámara en lo Contencioso Administrativo Federal dio 90 días de plazo al Poder Ejecutivo para reglamentar el artículo 179 de la Ley de Contrato de Trabajo, sancionada en 1974.
 
El citado artículo establece que “los establecimientos donde preste servicios el número mínimo de trabajadoras que determine la reglamentación, el empleador deberá habilitar salas maternales y guarderías para niños hasta la edad y en las condiciones que oportunamente se establezcan”.
 
Los camaristas ordenan así a las empresas tener guarderías y salas maternales, debiéndose establecer por reglamentación precisa a partir de qué cantidad mínima de empleadas las empresas deberán brindar dicho servicio.
 
Los aspectos a contemplar por el Poder Ejecutivo son diversos, no obstante la mayoría de ellos contemplados en la normativa sobre educación vigente. A los profesionales de la educación, el ambiente y la salud, nos aboca particularmente la Educación Ambiental en la primera infancia, principalmente en el desarrollo de potencialidades de los niños, donde se marquen las bases de sus experiencias futuras. Claro está que la educación ambiental y la implementación de salas maternales y guarderías no implican, bajo ningún punto de vista, el abandono del juego. Vale recordar que el juego, al decir de Platón, es una manera de formar buenos ciudadanos contribuyendo a la tan mentada alfabetización científica de los niños.
 
La tarea de educar a las nuevas generaciones, en la primera infancia, no sólo implica la responsabilidad de transmitir conocimientos básicos, por ejemplo sobre ambiente. Se enfatiza hoy el compromiso de afianzar valores necesarios para que el niño pueda mejorar su calidad de vida, tomar decisiones fundamentales y continuar aprendiendo.
Es imperante reflexionar acerca de los modos en que se manifiesta el día a día en el nivel inicial, en función de los espacios y de los tiempos. Lamentablemente aún existen casos, a lo largo y ancho de nuestro país, en los que la enseñanza y el aprendizaje de las ciencias naturales en la primera infancia transcurren casi rutinariamente, apostando a pleno a lo instituido en detrimento de lo instituyente. Sin embargo, concretamente desde el campo de la educación ambiental, algunas propuestas interesantes parecen surgir como alternativas al accionar rutinario. Estas propuestas implican brindar al niño la oportunidad de experimentar, reservando un segundo plano a conductas como la observación y la indagación.
 
Habitualmente condenamos el aburrimiento y falta de interés de los niños, la violencia, o incluso la hiperactividad. Sin embargo la mayoría de los expertos coinciden que los docentes somos los generadores de ello, lo que se suscita cuando abandonamos el trabajo diario con el asombro, la curiosidad, la creatividad y la incertidumbre.
 
Se plantea aquí un tema central en la discusión, donde el replanteo de la enseñanza y el aprendizaje, dejan de mirar al niño para enfocarse en el oficio docente. El oficio docente es concebido por Dubet como “la capacidad de producir algo, de conocerlo y de hacerlo reconocer”.
 
Ampliando ello se plantea como meta, principalmente desde la educación ambiental, compartir el deseo de saber con los niños. Si el aburrimiento y falta de interés tienen origen en los propios docentes, es allí donde será inevitablemente volcado a los niños.
 
Ahora bien, para no desproteger el oficio docente será clave repensar la práctica de los docentes en la primera infancia. Resulta indispensable el conocimiento amplio de esta edad por parte de los docentes de Nivel Inicial, y ello se inicia en la formación misma de profesorado, sobre todo, de su historicidad y sus desafíos. Resulta clave en la formación de futuros docentes de nivel inicial plantear la diferencia entre los términos niño e infancia, sobre todo porque el segundo, entendido como un proceso sociocultural, varía con la época y el contexto.
 
Las “épocas” sufren cambios notorios con el tiempo. Y por otra parte, el contexto, debe abandonar las rutinas. Rutinas que, desde los profesorados, se manifiestan como una formación en ciencias naturales y su didáctica alejada de la realidad que deben vivir los futuros docentes, una formación teórica que plantea al ambiente lejos de los contextos integrados que señalan los diseños curriculares.
 
Está claro que el rol docente en la primera infancia trasciende el mero abordaje de contenidos sobre ambiente, pues se centra en asumir el compromiso de acompañar a las familias; allí otra de las premisas de su carácter integral. La educación ambiental brinda posibilidades maravillosas de abordaje de la heterogeneidad de situaciones y contextos. Sin caer en el clásico error de la conceptualización, en cierta forma alejada de las posibilidades del nivel inicial, nos encontramos en este nivel con la posibilidad mágica de enseñar a los niños, algo que antes no conocían. A través del juego, aprovechando de ellos unas características que les son propias, el asombro, la curiosidad y la creatividad. Muchos pedagogos y profesionales afines han establecido clasificaciones de los juegos de acuerdo con el momento de desarrollo del niño, sin embargo la propuesta aquí resulta simple, abordar la educación ambiental, desde las salas maternales y guarderías, desde el juego mismo.
 
Lic. Darío M. Genovese
Docente de Ecología Humana Ambiente y Salud & Medicina y Toxicología Laboral
Universidad Blas Pascal