Sánchez Martínez y un largo camino en la UBP

1 febrero 2016

Con motivo del 25 aniversario de la Universidad Blas Pascal, se recopilaron distintos testimonios sobre aquellas personas que fueron fundamentales para el crecimiento y la conducción de la institución educativa. Por eso, se convocó al Lic. Eduardo Sánchez Martínez, Rector de la Universidad entre 2005 y 2013, para que pudiera brindar unas palabras sobre su experiencia como directivo de la Universidad.

 

En ambos lados
“Antes de incorporarme a la UBP, me había desempeñado como funcionario de la Secretaría de Políticas Universitarias del Ministerio de Educación de la Nación. Como tal, entre otras responsabilidades, me tocó integrar el equipo que tuvo a su cargo el diseño del sistema de evaluación y acreditación de las universidades, que terminó siendo parte de la Ley de Educación Superior 24.521, vigente desde 1995. Poco después, ya como titular de la mencionada Secretaría, debí trabajar en la implementación y puesta en marcha de la CONEAU, la agencia de evaluación y acreditación encargada de llevar a cabo esa función en el marco del nuevo sistema que la ley había aprobado. Fueron años de un trabajo duro, pero creativo e innovador, que tal vez por serlo y por otras razones encontró inicialmente resistencias a veces fuertes de algunas universidades y actores de la comunidad académica. En ese escenario fue casi inevitable la necesidad de buscar (y encontrar) razones y argumentos que llevaran al convencimiento acerca de los merecimientos y bondades que el nuevo sistema tenía –y en verdad las tiene– para ayudar a mejorar la calidad de las universidades.

 

En el año 2000 me incorporé como Vicerrector a la Universidad Blas Pascal y me tocó participar de la primera Evaluación Externa de CONEAU. ¡Ahora estaba del otro lado del mostrador! Trabajamos con mucha intensidad, recabando la voracidad de información que se solicitaba, pero alcanzamos la meta y fuimos evaluados correctamente. Leyendo con tranquilidad el informe recibido advertí los señalamientos, observaciones y recomendaciones (¡qué evaluador que se precie de tal no lo hace!), pero en un tono si se quiere amigable, maduro, con clara voluntad de ayudar a mejorar, a corregir las debilidades encontradas. Y entonces comprendí que era esto, exactamente, lo que yo había imaginado inicialmente que sería el aporte de los procesos de evaluación institucional. Desde la universidad, mi visión había cambiado, es cierto, pero para enriquecerse, para dotarse de mayor realismo a partir de ese proceso concreto que nos tocó vivir. Pero no había cambiado, en absoluto, lo sustancial de lo que habíamos imaginado en la SPU cuando trabajábamos en la gestación del nuevo chiche.

 

Quiero agregar que la segunda Evaluación Institucional, que tuvo lugar unos años después, me permitió ratificar más plenamente aún, y si cabe con más contundencia, esta conclusión, que en realidad dice algo que ya se sabe: que las instituciones, tanto como las personas, pueden aprender y enriquecerse si saben aprovechar sus experiencias”.

 

Estas palabra se encuentran recogidas en el libro Universidad Blas Pascal, 25 años de saber y saber hacer, de la Editorial UBP.

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