Emiliano Kohmann, de intercambio en México

12 mayo 2015

Emiliano Kohmann (20) cursa el cuarto año de Ingeniería en Informática en la Universidad Blas Pascal. Desde enero se encuentra en la Universidad de La Salle, México realizando un intercambio a través de la Beca iberoamericana para estudiantes de grado de Santander universidades, compartiendo experiencias de vida con alumnos de distintas partes del mundo. Cursa materias de Programación Web, Compiladores y Traductores e Inteligencia Artificial. “La carrera acá es la misma, sólo que cambia el nombre a Ingeniería Cibernética”. Además, colabora con el área de investigación (CIADE-IT), en Realidad Aumentada.

Familia numerosa
Emiliano vive en el Distrito Federal, en una colonia llamada Escandón, en el corazón de la capital. Se hospeda en una casa de familia que lo recibió como un hijo más. Para su sorpresa, al llegar se dio cuenta que no era el único alumno de intercambio, sino que llegaron a ser 15 extranjeros viviendo en la misma casa. “La mezcla de idiomas fue impresionante, pero al final pudimos entendernos y compartir muchas cosas. No era el único en esa situación y me ayudó a no sentirme solo en ningún momento”. En sus primeros días en México, Emiliano se sentía como de vacaciones, pero con el correr de los días y las diferencias culturales sintió los cambios. Su apertura y sus ganas de aprender, lo llevaron a tener una rápida adaptación y a sentirse cómodo en poco tiempo.

Aventura enriquecedora
Conocer personas de distintas culturas y nacionalidades fue su motivación principal para postularse a la convocatoria del Banco. “Es una excelente oportunidad para intercambiar ideas, formas de pensar, costumbres, anécdotas, comidas, música, salidas y mucho más”, cuenta Emiliano que tiene la posibilidad de compartir estos cinco meses con alumnos de Brasil, Francia, Filadelfia, Corea, España y Estados Unidos. Decidió viajar a México por la facilidad que le brinda el idioma común. Según él, tanto en los gustos, como en el trato y la diversión, los mexicanos son parecidos a los argentinos y eso cree que lo ayudó a adaptarse fácilmente. “Después de un mes de estar acá, aprendes las palabras y expresiones locales y podes comunicarte con cualquier persona y darte a entender muy rápido”.

 
Contraste cultural
La vida del mexicano aparenta ser parecida a la del argentino, pero no en todos los aspectos de la vida cotidiana. “Almuerzan a las tres de la tarde, cenan a las ocho de la noche, y lo del picante no es un mito.” Cuenta que ¡hasta los caramelos son picantes! “Un viernes o sábado a la noche, todos los locales cierran a las dos de la mañana. Cuesta adaptarse, pero uno se acostumbra”.

 
Una de las preocupaciones de Emiliano es la inseguridad, ya que muchas personas le advirtieron de lo peligroso que es vivir en el D.F. Pero al llegar allá descubrió una ciudad tranquila, lejos de la violencia que esperaba advertir en las calles. “En el resto de las cosas somos muy parecidos: a los mexicanos les gusta el fútbol, las reuniones familiares, salir con amigos y tocar la guitarra”.

 
Y de paso… ¡viajar!
“Tuve la suerte de ir para semana santa a conocer el Caribe. Con dos chicos estadounidenses nos tomamos un colectivo a Tulum. Fueron 26 horas rumbo a un lugar desconocido con personas desconocidas. No planeamos nada y la pasamos excelente. Conocimos Tulum, Playa del Carmen y Cancún. Fue toda una aventura ya que día a día veíamos a donde ir y a donde dormir. Estuvimos en lugares sin luz, y sin agua Anduvimos kilómetros y kilómetros en bicicleta, conocimos playas, cenotes, pirámides, aborígenes mayas y mucha gente de diferentes países. Hicimos muchos amigos sin importar raza color o nacionalidad. Fueron 15 días yendo de un lugar para el otro, se nos pasó rapidísimo y la pasamos muy bien. Cuando nos peleábamos no había problema porque cada uno se descargaba en su idioma, era muy gracioso”.

 
Contagiar experiencias
Para Emiliano el intercambio es una experiencia inexplicable y que recomienda a sus compañeros ya que el tiempo se pasa muy rápido y no se arrepiente. Muchas veces se cree que estas actividades atrasan el cursado y se pierde el tiempo, pero la realidad es que poder enriquecerse con diferentes culturas y continuar estudiando lo que a uno le gusta es una muy buena idea. “No hay que tener miedo a irse lejos, o a estar solos”, comenta Emiliano. “En lo personal, creo que me está ayudando mucho y sumando a los conocimientos que tenía la carrera. Es muy útil tener estudios en el exterior al momento de presentarse a un trabajo”.
 
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